El arte de ser amigo de tu jefe sin pasarte de la raya

La línea entre ser gerente, empleado y socio es difícil de transitar. No querrás ser demasiado formal, pero tampoco querrás pintar demasiado más allá de la línea. Quiere tener una buena relación con su supervisor, pero no quiere olvidar la siempre presente asimetría de poder. Entonces, ¿cómo puedes ser amable con tu jefe sin ser amigos cercanos?

1. Mantén las partes NSFW más locas fuera

Conoces el momento en que todos se reúnen alrededor de la máquina de café, con la esperanza de que la tercera taza sea suficiente. Un colega mencionó la fiesta en la que estuvo el viernes por la noche; otro habló sobre las nuevas personas que había visto. Es bueno compartir una escapada de fin de semana con colegas que también son buenos amigos, pero no importa cuán amigables sean ustedes dos, su jefe no necesita escuchar sus locas historias de sábado por la noche.

Un componente clave de cualquier buen empleado es un buen juicio. Todo el mundo comete errores a veces, o hace cosas que tal vez no quiera repetir, y si esas cosas no están relacionadas con el trabajo y no te reflejan bien, entonces no hay necesidad de que tu jefe sepa sobre esas cosas.

2. Sigue el ejemplo de tu jefe

Cuando se trata de conversaciones informales con su jefe, siga su ejemplo. No todas las conversaciones tienen que ser sobre el trabajo; de hecho, probablemente no quieras que sea así. Es bueno poder hablar informalmente con su supervisor sobre otras cosas además de las hojas de cálculo y los resultados del cliente, pero crear una relación sólida también significa eliminar los riesgos de los temas profesionales. Cuando surjan estas conversaciones paralelas, deje que su gerente elija el tema, al menos inicialmente. Una vez que haya establecido que está bien ir a cosas no relacionadas con el trabajo de vez en cuando, puede decidir tener la conversación en el programa de televisión que está viendo o en el nuevo restaurante que está probando el fin de semana.

3. Comprender los factores desencadenantes y las limitaciones

Todo el mundo tiene algo que lo empuja al límite: malestar, inseguridades personales, drama en el lugar de trabajo. Pero antes de descargar sus emociones frente a un gerente tranquilo y sereno, respire profundamente y, si es necesario, perdone por unos minutos para recuperarse. Perder la calma o perder el control emocional rara vez es una buena solución, y si tienes prisa, es posible que te eches la cabeza entre las manos cuando te des cuenta de lo fácil que se pueden evitar las reuniones de zorras.

Date cuenta de que tus límites están ahí y conoce lo que te provoca. Pregúntese honestamente cuántos tragos puede beber antes de convertirse en alguien que le interese menos con su jefe, o antes de que le resulte difícil ceñirse a un tema kosher que ha decidido compartir con su jefe.

4. No compartas nada que no quieras que recuerde

Es tentador compartir su perspectiva cuando la conversación está en pleno apogeo y su jefe está compartiendo sus frustraciones sobre lo que está mal en la empresa. Recuerde que su jefe permanecerá en una posición de poder mucho tiempo después de que ya no lo provoquen. Si te arrepientes de haber dicho eso cuando empezó a amar la compañía con todo su corazón, entonces déjale desahogo a tu mamá. Recuerde, la escucha activa es tan atractiva como compartir su punto de vista, sin mencionar que le da muchas menos razones para tener pesadillas.

Si bien nadie espera que seas perfecto, el viejo adagio “menos es más” es muy efectivo cuando se trata de hacerte amigo de tu jefe. Ella evalúa su trabajo y toma decisiones sobre su salario, carga de trabajo y estado de promoción. No hay necesidad de ser distante y fingir que no tienes una vida fuera de la oficina, pero es importante tener en cuenta la dinámica de la relación.

Foto de una mujer hablando con su jefe cortesía de Westend61/Getty Images.

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